martes, 21 de junio de 2011

Ausencia temporal de mí.


Si mi corazón está lejos, en él siempre vos estarás presente. Si mi cuerpo viaja hacia otro lugar solo será por dos meses. Que mi cuerpo no esté a tu lado no significa que no te extrañe. Que mi boca no tenga tus besos no quiere decir que no los necesite. Que tus brazos no me envuelvan en tu abrazo no quiere decir que no los anhele. Que me vaya por un tiempo no significa que sea para siempre. Que no tenga tu perfume conmigo no significa que no me acompañe. Extrañame con locura. Esperame con paciencia. Guarda tu risa para compartirla conmigo cuando vuelva. Reserva besos y abrazos para mi bienvenida. Confía en mí. Por algo te elijo y te elegí. Tené paciencia, muy pronto estaré de vuelta. 






martes, 14 de junio de 2011

Conciencia a la provenzal.


Todos quieren amor.
Pocos están dispuestos a darlo.
Todos quieren tener a alguien a su lado.
Pocos se atreven a jugársela.
Todos piden.
Pocos dan.
Todos quieren querer.
Son pocos los que  quieren de verdad.
Todos hablan.
Pocos inspiran confianza.
Todos sueñan.
Pocos se animan a lograr lo que anhelan.




jueves, 9 de junio de 2011

Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.


¿Por qué nos cuesta tanto mantener nuestra palabra? Mantener la coherencia entre lo que decimos y hacemos. La palabra y la acción. Que la palabra se demuestre en la acción. Que la acción confirme la palabra. Que los hechos demuestren  coherencia.

Que podamos confiar en una persona, que sabemos que cumple con lo que promete. Dice y hace. Siente, piensa y en consecuencia actúa. Eso es tener coherencia interna. Eso es tener palabra. Es ser auténtico/a. Es ser fiel a uno mismo.

Muchos hablan por hablar. Actúan sin sentir. O lo que es peor sueltan palabras al viento que saben que no van a cumplir. Y decepcionan. Y la mayor decepción son ellos mismos.

Y es tan lindo decir algo y después cumplirlo. Es tan lindo no decepcionar ni decepcionar-se.





miércoles, 1 de junio de 2011

"Chochin"

Ella era la abuela que a cualquiera le hubiera encantado tener. Era una mujer maravillosa. Siempre, siempre tenía algo sabio para decir, una anécdota interesante para contar, algo. Sus palabras y toda su persona expresaban sabiduría, alegría, entusiasmo, ganas de vivir. Irradiaba una luz que pocas personas tienen.

A mí me encantaba compartir momentos con ella, pasar horas y horas escuchándola.

Siempre fue muy coqueta, andaba bien vestida, perfumada. Su pelo blanco prolijamente peinado, usaba collares de todo tipo y aros de perla.

Una vez me eligió a mí, que simplemente era y soy amiga de su bisnieta, para leer un discurso en un acto de una asociación de la cual ella formaba parte. Me sentí muy halagada que hubiera pensado en mí para realizar esa tarea.
Ensaye el discurso durante varios días y con mucho entusiasmo, quería hacerlo realmente bien.

El día del acto, salí un rato antes de la escuela, tenía una mezcla de nervios y ansiedad, encima llegaba tarde.

Al llegar al salón donde se estaba realizando ya el acto, cuando vi la gran cantidad de gente que había me dieron ganas de salir corriendo y pensé: quien me mando a hacer esto?! Me puse más nerviosa de lo que estaba, trate de controlarlo. Me senté unos instantes hasta que escuche mi nombre por el micrófono, subí al escenario con el papel en la mano y temblando de pies a cabeza, de derecha a izquierda y de norte a sur. Acomodé el micrófono acorde a mi altura (soy petisa) y empecé a leer el discurso. Solo miraba la hoja, no me atreví a mirar a todas las personas que se encontraban allí. Sin embargo sentía miles de pares de ojos observándome en silencio, escuchando mi voz.

Cuando termine sentí un gran alivio, me acuerdo escuchar el aplauso del público, lo había hecho bien. Yo solo buscaba la mirada de ella que me esperaba abajo del escenario, cuando me vio, me dio un abrazo, me agradeció y me felicito. Yo me sentí feliz.

Ella era la bisabuela de mi amiga y vecina de la infancia y de la actualidad (actualmente no somos vecinas pero si amigas). Aunque no era MI bisabuela, yo la sentía así y la quería como si en verdad lo fuese. La admiraba. Cuando sea vieja deseo ser como ella. Deseo tener su inteligencia, su bondad, su alegría, su espíritu, sus ganas de vivir.

El día que murió sentí un gran vacío, mucha tristeza. No podía creer que una persona tan genial como ella no existiera más. Cuando llegue al velorio abracé y lloré fuertemente a su nieta, Ana (la madre de mi amiga) y le dije: -“Lo siento mucho” (una frase que no suelo decir en momentos como ese porque me parece un cliché, pero en ese momento lo sentía) ella me contesto: -“Si, yo se que era así, ella te quería como si fueras su nieta."

Su nombre era Amanda, pero todos le decíamos “Chochin”.