Me puse la naríz roja,
para sentir
tu perfume.
Los zapatos grandes,
para pisar
fuerte en tu vida.
El traje lleno de colores,
para
alegrarte cada día.
Me pinté la boca color carmín,
para sellar
la tuya con un beso.
Me puse la peluca ruluda,
para que
juegues con mi pelo.
Me pinté las pestañas,
para ser tu
muñeca de carne y hueso.
Me convertí en tu payasa,
pero al final, me di cuenta,
que cuando queremos a la personas como son
y no como queremos que sean,
nos sentimos en calma.