Cuando una persona se va o deja de existir un
pedacito de su alma queda en nosotros. Un lugar de nuestro corazón está
empañado por su mirada.
Y tengo la certeza que cada vez que su
presencia nos haga falta, si la invocamos con el pensamiento se hace presente
en nuestro interior aunque no la veamos.
Esa angustia que te amarga la existencia al
no tener a ESA persona viva, no se llena con NADA. Pero un corazón vacío se
llena cuando uno da, cuando se entrega, cuando siente, cuando ama, cuando
alberga, cuando se abre y engrandece de tal manera que no cabe en el cielo por
eso permanece en la tierra, porque todavía tiene mucho más por hacer, por
sentir, por dar, porque aún no se han agotado sus fuerzas para amar.
“Igual que en el momento de venir al mundo,
al morir tenemos miedo de lo desconocido. Pero el miedo es algo interior que no
tiene nada que ver con la realidad. Morir es como nacer. Sólo un cambio.” (“La
Casa de los Espíritus” Isabel Allende)