Me aguantas a mí
y eso, te aseguro, no es fácil. Conmigo tenés toda la paciencia del mundo. Me regalas miles de chocolates. Me
haces reír hasta que me duele la
panza, y es el dolor más lindo que existe.
Soportas mi malhumor, mi risa, mi llanto. Me transmitís paz. Dejas que
me asfixie en tu perfume. Descifras
mis “no” que en realidad son “sí” y viceversa. No te importa que esté
despeinada, despintada o en pijama, si engordo o si me salen estrías. Nunca te
enojas. Siempre me dejas ganar todas las peleas (todavía no peleamos pero
cuando eso pase…ya sabes ;) ja). No dejas de sorprenderme. Me llenas el alma.
Invadís mi mundo. Me cambias el ánimo. Me haces morir de ternura. Me escuchas
horas, días, noches enteras hablar y no te importa que no me calle ni por un
minuto. Hacés que me vuelva CURSI y eso, es demasiado. Pero es así…los
sentimientos se instalan donde se les da la gana, sin preguntar.