lunes, 11 de abril de 2011

¿Qué tenía ese hombre que la volvía loca?


Todos se fueron y de repente, la casa quedó en silencio. Era una noche de verano tranquila, no muy calurosa, las estrellabas brillaban en el cielo cubiertas por algunas nubes.

Ella no dejaba de pensar en él. En cómo sería el encuentro entre ellos, si es que eso ocurría. Se sentía nerviosa ¿Por qué ese hombre la ponía en ese estado? ¿Por qué la inquietaba tanto? Se sentía insegura no sabía si confiar o no. Él por momentos le demostraba todo su amor, su cariño y su galantería.

Ella se sentía atraída ¿Qué tenía ese hombre que la volvía loca? Sus palabras dulces tal vez, su manera de hablar, de mirar. Se dirigía a ella de un modo especial. Ella lo sentía, lo buscaba, lo esperaba.

Las horas del día transcurrían y ella no dejaba de pensar en él. Deseaba hablar con él, escucharlo, sentirlo, tocarlo, mirarlo a los ojos, descubrirlo. Le encantaba leer sus historias, que describían como sería el encuentro entre ellos. Todo era mágico, surrealista, inexplicable.

Él la amaba con locura. Quería que ella fuera solamente suya. Ansiaba con desesperación verla, se conformaba con contemplarla aunque sea por un instante. Solo eso ya lo hacía sentir feliz. Ni siquiera en sus sueños ella estaba ausente. Perdía la noción de todo lo que ocurría a su alrededor de solo pensar en ella.

Ella anhelaba sentir como las manos de él se fundirían en su piel, lenta y apasionadamente. Se descolocaba ante la forma de ser de aquel hombre, tan impredecible, tan increíble.

Cuando se produjo el encuentro, los dos se quedaron en silencio. Se estudiaron a través de la mirada por unos minutos que parecieron eternos, se besaron y las primeras palabras fueron más difíciles que el primer beso.

Se deseaban de una manera irracional, casi animal. En el aire se respiraba un velo de sensualidad, goce y pasión. Las palabras estaban de más, solo había que sentir.




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