Acostumbrada a recibir elogios
por mí pelo, mi cintura y mi perfume. Vos fuiste el primero en romper esa
frivolidad y valorar lo único que realmente me importa, mi esencia.
Soltaste un “te quiero” sin
pensar, pero sintiéndolo (quiero creer eso, al menos). Y por segunda vez en mi
vida me quedé muda, recibiendo tu abrazo y sin articular palabra.
A veces pienso: ¿Y si venciera
mis miedos y me dedicara a quererte?
Siento una sensación de ligera locura que está
tiñéndome el alma.
Esos ojos intensos llenos de
bondad, que me calan la piel.
Esa mirada penetrante que me traspasa de
arriba a abajo.
Esas manos apenas un poco más
grandes que las mías, que me toman fuerte, como si fuera a escaparme…y la
verdad es que a veces tengo ganas de salir corriendo, porque ya no sé si me
quedan ganas de creer en la gente.
Creo que desde el principio de mi
adolescencia, supe tu nombre. No me preguntes cómo, ni por qué. Lo supe y eso
es todo lo que importa.
Quizás tu existencia ya estaba
ligada a la mía antes de que nuestras almas se encontraran.
Quizás hay un puente invisible que conecta nuestras
miradas.
Quizás no busqué en el preciso
momento ni en el lugar adecuado.
Quizás hizo falta que no te
buscara para que aparecieras.
Quizás tu risa suena divertida
junto a la mía.
Quizás encuentro en vos la paz
justa que necesito.
Quizás sos el único capaz de
luchar contra la intensidad de mi histeria.
Quizás tenés toda la paciencia
que a mí me falta.
Y…quizás me haga mierda contra la
pared, pero con vos, soy feliz.
1 comentario:
Quizas sea hora de dejar de temer...
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